Sinopsis

La física del siglo XX introdujo en nuestra visión del mundo los términos fundamentales de relatividad e incertidumbre, mismos que, en un sentido más amplio, podrían resumir el espíritu de nuestro tiempo. Pero ya hace más de dos mil años, la leyenda de Edipo planteaba la relatividad de toda sentencia formulada por los Dioses, cuyo contradictorio significado nos condena, ingenuos mortales, a vivir en una permanente incertidumbre.

El Edipo de Sófocles, posiblemente el más perfecto drama griego que haya llegado hasta nosotros, es utilizado por Aristóteles, en su Arte poética, como paradigma del género trágico. Pero Edipo Rey también prefigura el Teatro del Absurdo, con sus personajes atrapados en paradojas irresolubles, donde cualquier decisión termina por conducirlos al punto de partida. La complicada secuencia de casualidades y malos entendidos que lleva a Edipo a Corinto, primero, más tarde a Delfos y por último a cumplir su destino en Tebas, puede suscitar la envidia de cualquier dramaturgo especializado en comedias de enredos. Los extremos se tocan, cerrando de nuevo el círculo: a fin de cuentas, tal vez Aristófanes y Sófocles no sean más que la misma cara de la moneda, así como Tebas y Corinto representaron, para Edipo, dos posibilidades de un mismo destino.

Flavio González Mello


Algunos comentarios sobre la obra:

Luz Emilia Aguilar Zínzer, crítica teatral:

El tono desparpajado, el fluido humor con el que transcurre la obra, con la asimilación de los recursos populares del teatro mexicano, el sketch, las recurrentes alusiones al presente, las ocurrencias en las que toma el lugar común y le da la vuelta, hacen parecer la trama ligera. Una reflexión detenida sobre lo que significan los giros del lenguaje, los chistes, los símbolos congregados, los personajes, sus relieves, en especial “Edip” y Antígona, los que ofrecen complejidad, dejan claro que Flavio cuenta con la suficientes pasión y responsabilidad por investigar a fondo, así como el ingenio teatral para salir del solemne universo de las discusiones académicas, con la capacidad de hacer reír y envolver trascendentes preguntas con la sátira y la ironía.

Periódico Excélsior, 28 de mayo de 2009
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Geney Beltrán, crítico literario:

Dotada de gran agilidad verbal, esta pieza dramática de González Mello (1967) es una logradísima reelaboración del mito en que se desarrollan disquisiciones mordaces
en torno de la memoria, el incesto, la vejez y el poder.

Revista Nexos, diciembre 2009.


Roberto Sosa, crítico teatral:

La escena se llena de tragedia y comedia, se enreda en las emociones con la interpretación, con relación al texto, que representa en un sentido lúdico y onírico un drama universal de la literatura griega. Edip en Colofón, es una puesta en escena que el autor ubica desde su perspectiva; un agudo y perspicaz punto de vista de González Mello.

Interescena, 1o. de junio de 2009
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martes, 5 de julio de 2011

“Seguimos sin ver y sin saber nada”: González Mello

“Seguimos sin ver y sin saber nada”: González Mello

El Economista, martes 5 de julio de 2011

por: Alejandro Flores:

Para Flavio González Mello no hay verdades absolutas. Los grandes universales hay que ponerlos en duda al mismo tiempo que no hay que olvidar las cosas importantes, las más sencillas, las más inmediatas: dónde estoy, qué día es hoy, quién es esa persona, qué dije. Propone jugar con los mitos clásicos, y divertirnos haciéndolo porque, además, nos encanta: “la vuelta de Ulises a Ítaca está en todas las road-movies”.

Flavio tomó el mito de Edipo para divertirse. Y reconoce que la actualidad y vigencia de este mito se ubica en que a pesar de tanto conocimiento y sentido de planeación, para el hombre moderno el futuro jamás ha estado en sus manos.

“En realidad somos tan pequeños que no podemos controlar nuestro destino. No es cierto que tú eres arquitecto de tu propio destino. El ser humano cree que sabe muchas cosas pero en realidad siempre acaba equivocándose”, dice el destacado dramaturgo mexicano, Flavio González Mello, quien, clavado en los temas de la multiplicidad de la identidad, se hacía preguntas y finalmente halló una respuesta en una de las obras de autor más interesantes y complejas que se han creado en México en los últimos años: Edip en Colofón, que actualmente se presenta en breve temporada en el Teatro Julio Castillo, en Chapultepec.

¿Somos lo que recordamos o bien somos un personaje que hemos construido caprichosa y arbitrariamente por vía de algunos recuerdos?, se preguntaba hace seis años cuando comenzó la redacción de esta obra. Y esa pregunta la llevó González Mello todavía más lejos: ¿si nos quitan eso (esa ficción o criba de la identidad) entonces qué somos?, ¿si te quitan ese pasado y la idea de que ya no vienes de un lugar sino de otro, qué queda de ti? No halló una respuesta sino muchos discursos vertidos en esta obra de teatro.

Edip en Colofón retoma el mito griego de Edipo (su destino es asaltar a sus raíces: mata a su padre y copula con su madre) y lo lleva al extremo (construyendo simultáneamente una crítica a los géneros teatrales) al condenar a Edipo a vivir en un presente continuo, pues no puede recordar el infortunio que ha padecido en el pasado.

La obra no es una continuación del mito sino una actualización de sus metáforas en un nivel simbólico y abstracto. Por eso Flavio González decide que la acción dramática ocurra en un manicomio: un lugar de repetición y sin tiempo. La ambigüedad, la duda y la ironía son las materias primordiales de las cuales se ayuda el dramaturgo para tejer una tragedia cómica que anula el tiempo y provoca el extrañamiento radical del espectador, pues la obra entra en sintonía con los tiempos que corren: se vive sin futuro, en un presente continuo donde todo es nuevo. Lo novedoso: el valor neurálgico y axial para la seducción que tiñe la totalidad de nuestra cultura.


Darle vueltas al presente

González Mello se fijó en los padecimientos mentales del lóbulo frontal y los desarrolló en el personaje Edip: “Edip elimina el tiempo. El está encerrado, porque si avanza lo que sigue es tremendo y si retrocede lo que encontrará es tremendo. Y entonces lo que hace es detenerse y darle vueltas al presente. Y esa es un poco la idea: ¿qué pasa si te evades del tiempo y vives siempre dándole vueltas al presente, si decidieras olvidar? Nunca queda claro si Edip está condenado por un problema de salud mental o si hay una dosis de voluntad en sus acciones”, comenta el dramaturgo.

Esa ambigüedad es uno de los juegos más interesantes, juego que retoma de manera formidable el director de la puesta, Mario Espinosa. La ambigüedad es, asimismo, uno de los contenidos más profundos e irónicos de esta propuesta teatral que se encuentra, a su vez, anclada en otro mito: el eterno retorno.

“El mito de Edipo es la paradoja perfecta: es un callejón sin salida, es un absurdo. No se puede resolver pero es un círculo perfecto: a ti te dicen que tienes un destino: si vas hacia adelante lo cumples, si huyes a él llegas al mismo punto. Es casi una figura de geometría narrativa perfecta y muy rara. Y es una historia además que nos sigue tocando”, añade Flavio, quien no se mete con academicismos ni propone lecturas cerradas.

El dramaturgo añadió que la obra intenta ofrecer al público una variedad de emociones. Es una tragedia cuyos enredos la llevan hacia la comicidad pero también se vuelve un melodramón como una telenovela que provoca un sentimiento mixto en el espectador: entre el espanto y el absurdo. Un drama fundamental para mirarnos desde la locura y la ceguera.


Edip en Colofón

Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque. Reforma y Campo Marte S/N.

Hasta el 3 de julio de 2011

Jueves y viernes, 20:00 hrs.; sábados, 19:00 hrs.; domingos, 18:00 hrs.

Jueves al teatro $30 Precio regular: $150 Descuentos a estudiantes, maestros, INSEN y Gente de Teatro.


miércoles, 29 de junio de 2011

Edip en Colofón, actualidad y transfiguración del mito

Publicada en La Jornada Semana el domingo 26 de junio de 2011

Edip en Colofón, actualidad y transfiguración del mito

Por: Miguel Ángel Quemain

Edip en Colofón, de Flavio González Mello, dirigida por Mario Espinosa, es un carnaval que pone en escena una “tragicomedia de enredos”, como la llama el escritor, donde lo contemporáneo se reconcilia con lo clásico proponiendo relativizar, reorganizar y alterar los componentes trágicos tan definitivos en el entramado de algunas concepciones filosóficas, lingüísticas, antropológicas y psicoanalíticas.

El aliento contemporáneo que propone la dramaturgia de González Mello, agudo, inteligente, aventurado, consiste en hacer correr en los mismos rieles pero con la complejidad de una red de intercambios y cambios de vía, la crítica teatral, la arrogancia actoral y del director, de la propia dramaturgia y del dramaturgo. Es decir, en la parodia están contenidas las autocríticas posibles de un ejercicio que se mira desde las raíces mismas del teatro: el mundo clásico, Grecia y sus trágicos.

Esta obra logra poner al teatro sobre la mesa de operaciones creadoras para repensar una serie de conceptos sobre los que hay que dudar de modo permanente, con irreverencia, para que los poderes artísticos actúen. El dramaturgo no sólo pensó en los seres de su especie, el desmontaje del entramado clásico también sirve para que, repito, desde la filosofía, la lingüística, el psicoanálisis y la antropología, imaginemos qué pasaría si los conceptos firmes que sostienen varios edificios teóricos hicieran agua y tuvieran que sostenerse en nuevos paradigmas.

La de González Mello es una broma muy seria y rigurosa, que Mario Espinosa se tomó al pie de la letra y concibió un anfiteatro donde la disposición espacial destinada al público, sumada al paisaje escenográfico que realizó Gloria Carrasco, nos coloca ante una idea de la Antigüedad que se ha resquebrajado a tal grado que el coro anda por ahí entre las grietas del escenario y los personajes de mayor jerarquía se asoman desde las alturas que amenazan con derrumbarse minuto a minuto.

Si bien el juego de lenguaje, la indagación lingüística, es una contribución de González Mello llena de humor, de asociaciones que para cualquier lacaniano serían un banquete, sin la dirección y el ritmo que imprime Mario Espinosa carecerían del impacto que permite involucrar a un público que le da batalla a esas sillas espantosas e incómodas capaces de someter a la anatomía más rebelde.

Mario Espinosa es un director riguroso y de largo aliento. A pesar de que emprendió tareas administrativas no se alejó de los escenarios. Es un director inscrito en la tradición, que sabe sacar lo mejor de los actores con evidente respeto a los recursos de los más avezados, como es el caso aquí de actrices de gran solvencia y sabiduría como Julieta Egurrola en el papel de Mérope, reina de Corinto, Angelina Peláez como la Dra. Castañeda y Luisa Huertas en el rol masculino de Tiresias. Diego Jáuregui hace un vital dramaturgo retirado, Epíndaro, en un juego de anacronismo que recuerda a Lope o a Salieri, a esos talentos que rivalizan con el genio, con el espíritu del tiempo y que, perdiendo, ganan un lugar en la historia, aunque sea de la infamia.

Roberto Soto interpreta a Edipo, héroe trágico y amnésico o Edip, (edippideedip, esfinfesfingesfinge) con una gran resistencia tanto física como anímica, coreada eficazmente por un conjunto de actrices (hay que poner a trabajar a todos los que se pueda) que crean sobre los muros figuras como relieves, como siluetas que se deslizan ofreciendo imágenes sugerentes y decorativas. De aplauso permanente Farnesio de Bernal (“de un talento innato que le permite imprimir vida a los personajes que interpreta”) y el experimentado Arturo Beristain como Creonte, rey de Tebas.

En la asistencia de dirección está Lorena Glinz, coreógrafa. Aunque no está en el programa ese crédito, es evidente que en los movimientos del coro está esa mano capaz de introducir la danza en el robotizado mundo del teatro.

La música interpretada en escena por el Ensamble de Percusiones raga de México, integrado por Tovar, Kaoru Miyasaka, Ernesto Juárez y Gabriela Orta, tiene las cualidades de música para la escena en comunión con el movimiento actoral, y es capaz de movilizar al público sin caer en efectismos y concesiones.

Finalmente, Edipo está en todas partes y ese mundo, el nuestro, puede que no sea otro que el nombre de una clínica donde todos tenemos un diagnóstico, un tratamiento y compartimos un deseo de libertad en medio de la más atroz esclavitud.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Edip en Colofón es publicada por Jus y la CNT


Flavio González Mello,
Edip en Colofón. Tragedia de enredos,
Jus-CNT (Cuadernos de Repertorio, 3),
México, 2009, 202 pp.


Edip vive en un psiquiátrico: su única prerrogativa memoriosa es en el corto
plazo. Lo último que recuerda es el incidente en que asesinó a un hombre en un
cruce de caminos después de consultar al oráculo. Han pasado muchos años
(Antígona dejó atrás la juventud), cuando el rey Creonte, ante otro peligro y
acertijo para Tebas, busca la intuición legendaria de Edip. Dotada de gran
agilidad verbal, esta pieza dramática de González Mello (1967) es una
logradísima reelaboración del mito en que se desarrollan disquisiciones mordaces
en torno de la memoria, el incesto, la vejez y el poder.

Geney Beltrán, Revista Nexos, diciembre 2009.